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Gran afición

Aviso que mi conocimiento sobre el mundo futbolístico es comparable al de la reproducción del cangrejo rojo americano. Es decir: prácticamente nulo. Partiendo de esa base, y confesando que mi simpatía hacia el Real Madrid se produce por ‘efecto contagio familiar’, escribo algo saturada por las insistentes –en ocasiones, hasta machaconas– loas que en los últimos días está recibiendo la afición del Atleti. Y no porque las crea inmerecidas; más bien por los efluvios de menosprecio hacia los seguidores merengues que suelen emanar.


No seré yo quien dude de la pasión, el sufrimiento, la fe y el amor de los rojiblancos por su equipo. Pero, ¿alguien me puede decir en qué se diferencian esos sentimientos con los que en mi hijo despierta el Real Madrid? Con solo 7 años, a Nicolás le apasionan todos y cada uno de los encuentros que disputa el equipo madridista –da igual que sean de categorías inferiores o del conjunto de primera división–. Nicolás sufre con cada balón perdido y con cada tanto no encajado, aunque le alivia pensar que siempre habrá nuevas oportunidades. Mi hijo tiene una fe inquebrantable en su equipo, pero tampoco se viene abajo cuando llegan malas rachas. Nicolás ama al Real Madrid por encima de muchas cosas; tanto que compartir tarde de fútbol con su padre ya se ha convertido en uno de sus mejores regalos.


Y unos me dirán: ‘es que los cánticos que dedican al Atletico de Madrid resuenan más alto que los del resto de aficiones’. Ruido hacen, es cierto, pero no creo yo que la pasión se mida en decibelios. Y otros me reprocharán: ‘es que los madridistas silban y gritan a sus estrellas cuando las cosas no van bien’. Pues vaya misterio: también chillo yo a mis hijos y no por ello les quiero menos. ‘Si –me espetarán algunos más– pero los seguidores merengues dedican tifos insultantes hacia la afición rojiblanca con la intención de minarle los ánimos’. Claro, es mucho mejor burlarse de la muerte de Juanito en plena euforia por la remontada que nunca llegó en un claro gesto de venganza. Señores, seamos serios, que tontos hay en todos los lados. Y también humildes. Y arrogantes. Una virtud y una gran tara que visten por igual camisetas blancas, azulgranas, negras, amarillas o rojiblancas.


PD: Nicolás guarda como un verdadero tesoro la foto dedicada por Fernando Torres que le ha regalado mi amigo José Luis. Su padre le dice: ‘hijo, Torres no es de los nuestros’. Y el niño –demostrando que la especie mejora– le responde: ‘lo sé, pero es muy bueno y encima juega en la Selección española’. Esa es la pasión y la afición que yo quiero para mi hijo, aunque a veces silbe y a pesar de que no se desgañite cantando el himno del equipo de sus amores.


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