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Bendita rutina

7,30 horas del jueves. Desayuno y ducha a la carrera antes de iniciar la rutina con la que afronto cada mañana; levantamiento de pesas –que esto de sacar a los niños de la cama exige fuerza–, media maratón –empezamos a baja velocidad con la fe puesta en que hoy nos sobrará tiempo–, esprín final entre voces y rugidos, y prueba de Fórmula 1 con el coche al límite para alcanzar la meta antes de que suene el timbre del cole. Zumba no ha tocado hoy, aunque sabe Dios que los oídos tardarán en dejar de ‘zumbarme’ con tanto bramido.

Sazonan tan estresante amanecer los lamentos de Daniela porque repite ropa y los aullidos de Nicolás al comprobar que hoy no toca chándal. ¡El drama está servido! “¡Cuando se harán mayores!”, me repito yo a modo de mantra con el anhelo de que ese pensamiento me calme los nervios.

Pero entonces, me vienen a la memoria retazos de un texto que hace ya un par de años escribió el periodista de El Mundo Pedro Simón bajo el título ‘Perfecto desorden: “Te tropiezas con un balón de espuma y encuentras un muñeco bajo el sofá. Giras el grifo del lavabo y descubres que anida un pato de goma. Abres la sandwichera y ahí están, achicharrados, tres cromos del Osasuna. A veces maldigo este caos de casa tumultuosa con niños. Pero sé que algún día maldeciré todo el orden a solas que vendrá después (…) Algún día regresaré a casa tarde a causa del trabajo (o de la falta del mismo). Abriré la puerta del salón y todo estará en orden. Será que habéis volado, vaya. Entonces echaré en falta la felicidad que era este perfecto desorden”, escribió Simón con su magnífica pluma.

Esta reflexión zarandea mi conciencia y entristezco ante la certeza de que llegará el día –por fortuna todavía lejano– en el que toque despedida. No seré yo quien les corte las alas cuando la hora de volar llegue; más bien intentaré propulsar su despegue. Pero mientras tanto, intentaré disfrutar cada instante a su lado y sacar el lado positivo hasta de esta bendita rutina de gritos, carreras a la desesperada, miradas asesinas y amenazas nada veladas. Porque al final del día, todo se olvida y a la cama me llevo ese ¡mami, te quiero’ que me hace sentir la mujer más dichosa del mundo

Si quieres leer el texto de Pedro Simón que siempre me emociona, pincha aquí:

http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/asimplevista/2014/02/04/tu-perfecto-desorden.html


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